lunes, 4 de junio de 2012

Desde lo más alto.

Texto e imágenes de Martha Mariano


Me llené de anaranjado, sentándome en la orilla de mi esperanza, acogiéndome como buena anfitriona en el balcón de mis despechos. Vi pasar las horas entre mis dedos arañando la ventana en la espera de tu regreso.

Me avergüenza tener que limpiar el agua que escurre de mi espalda con la camisa que me robe de tus caricias. Sigo con tu imagen reflejada en mi humana condición.

Tengo tres días sentada aquí, perdiéndome, extrañándome entre la lentitud de mis ganas, batiéndome de cual cursilería se me pegue en el pecho. Si fuera otra sería más fácil dejarme y cerrar el aura de tu esencia con eso se haría más obvio el hecho de querer salir y querer comerme al sol con un suspiro.


En vez de eso preferí refugiarme en la oscuridad de mi memoria, alejándome de nuestro sentir, creyendo en el amanecer de lo que pensé necesitar de ti. Y me fui. Respiré bajo las sábanas teniendo miedo de algo inexistente. Demandando las ansias del brillo de mis ojos. Me escondí de la noche. Ahuyentando mi necesidad de soledad. Intercambiándola por un pedazo de no sé qué. Que me hizo pensar en ti. Y en muchas cosas de mí. Me vertí bajo la blusa como un aire frio. Que calmara mis nervios. Haciéndote ajeno a mi presencia.



Y te fui borrando. Apagándote en la línea que divide nuestro encuentro. En el horizonte que me encontré cuando alzaba la mirada.


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