Poco tiempo antes de que la bala del revolver perforara su pecho,
el mejor poeta ruso de la era soviética escribía estas últimas líneas:
¡A todos!
No se culpe a nadie
de mi muerte y, por favor,
nada de chismes…
Como quien dice
la historia ha
terminado.
El barco del amor
se ha estrellado
contra la vida
cotidiana
y estamos a mano
tú y yo.
Entonces ¿para qué
reprocharnos
mutuamente
por dolores y daños
y golpes recibidos?
En efecto, el poeta, dramaturgo y revolucionario ruso Vladimir
Maiakosvsky se pegaba un tiro el 14 de abril de 1930 por razones que aún hoy parecen desconocidas. “No
se me acuse de ser débil –escribía- en verdad que no hay nada más que se pueda
hacer”
Su poesía retrata la realidad del
obrero, del campesino. De los utopistas que pareciera que a cada bocanada de aire se les está arrebatando sus sueños. A 82 años de su muerte, hoy lo recordamos.
La primera noche
ellos se acercan y cogen una flor de nuestro jardín,
y no decimos nada...
La segunda noche, ya
no se esconden y pisan las flores,
matan nuestro perro
y no decimos nada...
Hasta que un día el
más frágil de ellos
entra sólo en
nuestra casa,
nos roba la luna, y
conociendo nuestro miedo
nos arranca la voz
de la garganta.
¿Y porque no dijimos
nada?
Porque ya no podemos
decir nada.
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