martes, 27 de marzo de 2012

Nicolái Gógol y su locura puesta en escena


Desde los cuentos árabes medievales hasta las narraciones de  los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen de la Europa romántica nos encontramos ahora -entre muchos otros ejemplos- con la transportación al plano escénico de un relato. Se trata del cuento “El diario de un loco” del escritor ruso Nikolái Vasílievich Gógol (1809-1852), obra que fuera puesta en escena por vez primera en 1960 al frente de Alejandro Jodorowski.

El relato se encuentra recopilado en el libro Relatos de San Petersburgo, en donde Gógol tomará a la locura como personaje principal de su obra, asunto que también ha sido manejado por sus homólogos  Vsevólod Mijáilovich Garshín en “la flor roja” o  Antón Pávlovich Chéjov en “la sala número seis” y es que como bien lo menciona Leopoldo La Rubia de Prado “Es por todos sabido que las patologías mentales o los estados morbosos, entre otros tipos de desajustes o síntomas de desajustes, han sido motivo y detonante de numerosas obras artísticas a lo largo de la historia”

La narración nos muestra a un hombre con aires de grandeza que escucha y mira cosas que nadie ha mirado o escuchado. Nos delinea la silueta de un funcionario frustrado pero leal a sus ideas, a su razonamiento, nótese la paradoja, el loco es un hombre que piensa, que cuestiona el porqué de las cosas que nos resultarían de lo más comunes:

Qué tiene que ver que él sea gentilhombre de cámara –nos dice- Eso no es más que una distinción; no es una cosa palpable que se pueda comer con la mano. Por el hecho de ser gentilhombre no se le abrirá un tercer ojo en la frente. No tiene una nariz de oro, sino igual a la mía y la de cualquiera; con ella huele, pero no come; estornuda, pero no tose. Varias veces he querido descifrar de dónde proceden esas diferencias. Por qué y para qué soy consejero titular. A lo mejor soy conde o general y sólo parezco consejero titular. A lo mejor yo mismo no sé quién soy.

En éste aspecto me atrevería decir que radica la importancia y la vigencia del cuento: en la lucidez del demente, lucidez que pareciera que se va desmoronando paulatinamente entre cada línea, entre cada párrafo. A final del relato no queda más que cuestionarnos ¿Quién realmente es el loco? El que encerrado es él mismo –como lo mencionara  Gibrán Khalil Gibrán- o el que vive del otro lado de los pabellones, fuera de las paredes del hospicio.

Para leer “El diario de un loco” versión PDF visita: 

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