Un soñador, un iluso o un loco que
ha recuperado la cordura. Mi vida no era
así, cambio desde el momento en que la he conocido. Por ella he cruzado mares,
recorrí océanos, estuve a la deriva, hice todo para hallarla –nos dice el gato-
Manrique por el contrario, presa de su imaginación y de un vértigo de poesía se
dedicó a seguirla entre las construcciones templarías, entre sus claustros y
sus jardines. El gato atendiendo a su deseo y a su soledad la sigue a toda prisa de
tejado en tejado. Manrique llenó de pasión corre a su búsqueda por donde su
silueta azul y brillante se coló entre las copas de los árboles. Ambos se dan
cuenta de su error producto de su delirio. El amor que pretenden es demasiado
grande. El amor, la felicidad y la gloria son un rayo de luna, son la luna
misma. Ambos ya no corren, sólo esperan.
Para leer “El rayo de
luna” de Gustavo Adolfo Bécquer visita:
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